sábado, 15 de mayo de 2010

Francisco Villaespesa


Francisco Villaespesa Martín (Laujar de Andarax, Almería, 15 de octubre de 1877 - † Madrid, 9 de abril de 1936) era un poeta, dramaturgo y narrador español del Modernismo.

Estudió Derecho en la Universidad de Granada, pero a los 20 años, en 1897, los abandonó y marchó a Málaga, donde se unió a la vida bohemia de Narciso Díaz de Escovar, Ricardo León y Salvador González Anaya.

Da a la imprenta su primer libro de poemas Intimidades (1898) y conoce a su futura esposa, Elisa González Columbio, que morirá en 1903 y le inspirará algunos de sus libros más queridos, por ejemplo Tristitiae rerum (1906).

Fundó revistas de corte modernista como Electra, La Revista Ibérica y La Revista Latina. El gran éxito de su pieza El alcázar de las perlas (1911) le abrió las llaves del teatro y estuvo varias veces en en la América española de gira como empresario teatral y recitador de sus poemas. Viajó por Portugal e Italia y se estableció durante diez años en Caracas; conoció a los poetas modernistas de casi toda Hispanoamérica. Admirador del poeta nicaragüense Rubén Darío, fue su mejor y más fiel discípulo en la estética del Modernismo que ambos procuraron impulsar en España.

Fue un poeta de obra torrencial y extensísima: más de cincuenta libros de poemas publicados y varios inéditos. También escribió varias novelas, y piezas teatrales.

Escribió 51 libros de poemas, sin contar los versos de circunstancias y su gran faceta como sonetista. También se cuentan entre sus obras veinticinco obras teatrales y algunas novelas cortas.

Como muchos de sus compañeros modernistas, tiene una visión de la vida pesimista, hecho que se puede ver en este poema:


Pesimismo

Siento que algo se extingue, cual si por una herida
se fuese gota a gota desangrando mi vida.
Es el reloj de arena que se muere de hastío,
muy lento, grano a grano, hasta quedar vacío...
Al vértigo del río entrego mi barquilla...
Ante mis ojos pasan visiones de la orilla,
tan rápidas que apenas a distinguir acierto
la fronda de los árboles del dolor del desierto...
La vida pasa rauda, silbando, cual saeta
que un arquero invisible dispara hacia una meta
para nuestra ignorancia mortal desconocida...
¿Quién sabe dónde empieza y se acaba la vida?
¿Qué peregrino humano conoce su destino?...
y sin embargo tiene su ruta el peregrino.
Caminamos a ciegas con nuestro fatalismo
como ciegos perdidos al borde de un abismo...
Nuestra lámpara en medio de la sombra agoniza.
Un débil soplo puede aventar su ceniza...
La vida es un eterno signo interrogativo,
entre un misterio muerto y otro misterio vivo;
y entre los dos, a ciegas, temblando caminamos,
sin saber si de cierto vivimos o soñamos.


COMENTARIO:

En este poema, se pueden ver las dos características principales del poeta: el impulso modernista y su carácter filosófico. El poeta reflexiona sobre la vida y la muerte, porque como él dice, la vida se va terminando poco a poco pero sin parar, y nunca sabes cuando puede terminar.

Para él la vida es un camino a ciegas, que nos conduce a un lugar que no sabemos, pero nuestra ruta ya esta marcada antes de empezarla. Al poeta la preocupa que la vida sea tan misteriosa, porque caminamos entre misterio y misterio, “sin saber del cierto si vivimos o soñamos”.

Es un poema que me ha gustado mucho, a pesar de que me ha costado un poco de entender.


Josep Martí
4º B
 

1 comentario:

  1. Muy brevemente, pero bien explicado.
    Intenta siempre indicar las fuentes utilizadas.
    Saludos

    ResponderEliminar